lunes, 21 de agosto de 2006

El whisky de castigo


Habíamos instaurado la tradición del whisky de castigo. El último, el que ya casi no entra, el que tumba. Pero también el que dispara lenguas, agota conversaciones y acerca el alba. En el salón de la casa que mi hermano compartía con amigos en pleno Chamberí.

Antes apurábamos las copas oficiales en un garito con música. Más nubes que música, más vidrio que luz. (...)


Empecé a hablar con ella, y él se acercó y dijo algo. Le comenté que no temiera, que mi acercamiento era un simple paso para llegar a hablar con él. Contestó que no temía. Que la noche es la noche y las guitarras la vida.

Y cayeron varios (bastantes) whiskys, hablando de guitarras, de rock, de los padres de todo, de Calamaro y sus abismos, de los suyos, de los míos, de Desperados, uno de los mejores grupos de rock que parió Madrid, su gloriosa versión del Dead Flowers de los Stones (rimar "cuidao" con "underground" era todo un hallazgo castizo), de discos, de vinilos, de música, de vida. De bebernos la vida.

Guille Martín no se unió finalmente al whisky de castigo. Pero nos despedimos como si fuéramos hermanos.

Y estos días lo he tragado por él.
Y escuece. Porque ya soy bastante más viejo y porque siempre quedó pendiente.
Ráscala, Guille...


Suena la corriente: "Qué hay de nuevo, viejo?" - Desperados

No hay comentarios:

Publicar un comentario